Eran cientos de imbéciles campesinos
que arrojaban flores desde el hermoso puente sobre el Magdalena
conmemoraban de luto los muertos
que otrora
habían bajado flotando desde pueblos más altos
sin nadie que los rescataran o los pescara por miedo.
Como barcos dantescos encantados con gallinazos encima
arrastrados por la corriente
morían por segunda vez
en la desembocadura atascados
en un manglar o calcinados al sol
en algún playón olvidado del agonizante río.
Se acercaron al tumulto agentes de la conservación
decomisaron flores y apagaron las velas
los detuvieron por desaprensivos y atentar contra la naturaleza.
Empresarios se quejaban porque traían mala
prensa para el próximo emiliani
La luz de la estupenda caída del sol
se agotaba
"enrolle mi lienzo
y me fui más abajo
esos bastardos habían echado a perder
mi paisaje"
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